domingo, 5 de enero de 2014

Capítulo 2. ♥ Temas del Triunfo

-Genial ¿y ahora qué? –me pregunté a mi misma un par de veces hasta que por fin mi cabeza pudo pensar en otra cosa y dejo de estar atascada- La llamaré –susurré, cogí mi móvil y rápidamente marqué un número de teléfono, me lo coloqué en la oreja para escuchar y comenzaron a sonar pitidos, primer pitido, segundo y… “el número que ha marcado no se encuentra disponible en este momento” lo supuse, sabía que muy pocas veces contestaba al teléfono, lo guardaba en su bolsillo y ya le podía estar llamando la persona más importante en su vida, que no lo cogería, pero había que intentarlo, ¿qué más podía perder? Ya me había quedado sin viaje. Me mordí el labio pensando en que podía hacer ahora, pero como evidentemente no iba a aparecer un vehículo de la nada como por arte de magia e iba a llevarme a Cádiz cogí de nuevo mi maleta y volví a subirme a esas odiosas escaleras mecánicas que me habían hecho perder el tren. Al elevarme en ellas, resoplé levemente y miré hacia un lado, luego hacía otro de forma lenta y rápidamente volví a mirar al primer lugar donde lo hice, me fijé en que a lo lejos entre la multitud había una chica con unas gafas de sol puestas y tomándose lo que parecía ser un helado, no apartaba la vista de mí, yo le miré nerviosa y con los ojos entre abiertos para ver si la conocía, pero por mucho que pensara no me acordaba de quien era, me rasqué la nuca pensando y nada, ni una sola respuesta, miré hacia otro lado y continué metida en mis pensamientos hasta que caí al suelo, sí como lo leéis me tropecé y caí de rodillas al suelo, me desperté de mi estado de shock pensativo, algo extrañada y dolorida por el momento, me levanté de allí cogiendo mi maleta y tapando me la cara con la mano al ver como todas las miradas de la escalera se fijaban en mí, andando rápido, entré en los  aseos.
Al cabo de unos minutos de mirarme al espejo y de curarme la rodilla, salí de allí aún avergonzada, pero por suerte ya nadie se acordaba, cogí aire y caminé hasta llegar a la parte principal de la estación donde se encontraban los puestos para sacar los billetes, las cafeterías, las tiendas y sobre todo esa misma chica de antes, sin echarle mucha cuenta, miré hacia delante algo desorientada y volví a observar lo mismo que antes, la gente caminando de un lado a otro, llorando, riendo, despidiéndose, sentados esperando su tren, también vi a los mismos turistas de antes y el hombre que hace unos minutos estaba quejándose y gritando por que no había billete para él, ahora descansaba en un lujoso, suave y cómodo sillón dentro de una de las tiendas mientras esperaba a que su mujer terminara de comprar. Al parecer mis piernas se quejaron de estar tanto tiempo de pie y encima de haberme caído, así que decidí entrar en una de las cafeterías a tomar algo de beber que me despertara un poco, efectivamente entré en la primera que vi, no me fijé en el nombre, la verdad no estaba de humor como para fijarme en el cartel de cómo se llama la cafetería a la que voy a entrar, lo único que importaba era que se podía consumir cafés y bebidas dentro, me acerqué a una larga, estrecha y limpia barra de madera del local, cogí mi móvil y dejé la maleta a mis pies escondiéndola entre la barra y mis piernas. Apoyé mis brazos en ella y miré al camarero.
-Un café, por favor- Pedí amablemente aunque en tono cansado.
-Marchando- me contestó y se giró preparándolo, mientras se terminaba me miró y con el ceño algo fruncido de forma curiosa me preguntó - ¿Le pasa algo preciosa? – Levanté las cejas al oír ese piropo, al parecer hoy era mi día, pestañeé varias veces y observé su cara ligeramente cuadrada, su sonrisa con dientes blancos, sus ojos color mostaza, su pelo castaño con el flequillo hacia arriba y su principio a barba de hace varios días, el típico chico que suele atraer a las mujeres únicamente por su barba, pero a mi sinceramente no demasiado.
-No, estoy bien o eso creo –le miré algo extrañada y miré hacia otro lado viendo como la misma chica que unos minutos atrás me observaba se disponía a entrar y acercárseme.
- Bien, si quieres hablar aquí me tienes – Me sugirió el camarero mientras colocaba el café en frente de mí, asentí sin escuchar le mucho, cogí mi bebida, soplé levemente y le di un sorbo sin apartar la vista de la misteriosa chica. Al cabo de unos segundos lo hice, estaba cansada de mirar le así que le di otro sorbo al café mientras miraba hacia otro lado, seguidamente una voz detrás de mí, aguda como de una mujer me habló - ¿Paula? – me preguntó haciendo que me sobresaltara y cayeran un par de gotas de mi bebida en la mano, me giré a mirar le mientras me limpiaba.
- Sí ¿y tú eres? –añadí extrañada al ver que era la chica misteriosa que por fin se acercaba a hablarme, era bajita con el pelo negro y largo, en el cual había mechas azules y lilas en las puntas de cada mechón, tenía una piel incluso más blanca que la mía, unos labios rojos y grandes que hacían que llamara más la atención ya que sus ojos no se podían ver por unas exclusivas gafas de sol de “Police”.
- Vamos ¿no me recuerdas? – soltó una carcajada mientras yo negaba con la cabeza aún dudosa- soy Charlotte –continuó ella- la amiga que conociste hace varios años en Cádiz, la nieta de tu casera –me comentó muy ilusionada y risueña, seguidamente doble un poco mi cabeza aún sin saber con quién estaba hablando.
-¡Ah! – grité levemente haciendo que esta vez ella se sobresaltara- Ya me acuerdo de ti, nos conocimos la última vez que fui allí de vacaciones, es decir, hace muchos años – las dos reímos levemente- tu eres la extranjera ¿verdad? La que venía de California junto con sus familiares a visitar a la casera, quiero decir a tu abuela, mi casera. – Dije feliz al recordar esa época, fue hará unos seis años ya que ahora tengo 16 y estoy a punto de cumplir los 17, me acuerdo perfectamente, yo viaja con mis padres cosa que dejé de hacer hace unos meses, era la primera vez que mi mejor amiga se venía conmigo de vacaciones y fue la última vez que fui a veranear allí, nos lo pasábamos muy bien, hacíamos hogueras en la playa, fiestas en casa, nos divertíamos peleándonos de forma amistosa con la casera, la abuela de Charlotte, una anciana de piel blanca como la suya, cara arrugada, pelo gris y alborotado y sinceramente era el alma de la fiesta, no conocía a ninguna mujer con su edad que tuviese tanta energía.
- Exacto, esa misma – me respondió aún más contenta que yo- y perdona por incomodarte antes, pero no podía parar de mirarte para ver si realmente eras tú, hace mucho que no nos vemos – yo reí asintiendo y haciendo un gesto con el que le dije – No pasa nada – seguidamente ella me abrazó y yo le seguí el afecto por educación y porque estaba contenta de ver la, efectivamente hacia seis años que no nos veíamos, la última vez que hablamos fue hace tres años y  por una carta diciéndome que su abuela había fallecido, cosa que me entristeció bastante cuando me enteré. Los siguientes veinte minutos estuvimos hablando de todo lo que habíamos pasado todos estos años ya que teníamos muchas cosas que contarnos cuando de repente sonó mi móvil.
- ¿Sí? –dije cogiéndolo-
- ¿Dónde estás? Llevo cinco minutos esperándote en la puerta principal de la estación-
- Estoy en la cafetería, vente para acá- Dije algo confundida al saber que estaba hablando con mi mejor amiga la cual debería de estar en el tren camino a nuestras vacaciones y no en la puerta de la estación. Al cabo de un par de minutos vi entrar por la puerta a una chica un poco más bajita que yo, de piel morena, pelo corto por el hombro, rubio y ondulado y unos ojos claros pintados con color negro, como siempre, esa era mi mejor amiga, Nerea, una chica alocada, divertida y siempre risueña, le costaba mostrar le a la gente una imagen triste de ella.
- ¿Qué haces aquí? ¿Tú también has perdido el tren? –Le pregunté sin dejar que pudiera saludar.
-¿Perder el tren? ¿Yo? –comenzó a reír y llevaba razón era la chica más puntual que conocía. – No, el tren no sale hasta dentro de quince minutos –dijo riendo mientras yo le miraba sorprendida y furiosa- te dije que estuvieras aquí antes porque sé que siempre llegas tarde, lo siento –soltó aún más carcajadas.
- Esto es increíble –Dije furiosa pero a la vez con ganas de reírme por las estupideces que había hecho en el día de hoy por su culpa.
Los siguientes minutos Nerea y Charlotte se hicieron muy amigas aunque también se conocían de las vacaciones, estuvieron hablando y más tarde nos despedimos de ella ya que hasta mañana no llegaría a Cádiz porque primero tenía que pasar por Sevilla a encontrarse con sus padres, después de que se fuera Nerea y yo por fin, subimos al tren.

*              *             *

Pasadas varias horas, cuatro exactamente, llegamos a la estación de San Fernando, donde nos recogería un taxi y nos llevaría hasta casa. No puedo contaros mucho del viaje ya que cuando me monté me puse a escuchar música mientras mi mejor amiga leía un libro llamado algo así como “Divergente” el cual me enganché por su culpa, me quedé dormida a la media hora de estar allí, lo único que recuerdo es estar sentada en la ventana, mi vagón algo vacío, al fondo una pareja mayor adormilada, al lado una anciana con su nieto y un poco más adelante un grupo de estudiantes al parecer de arquitectura ya que lo podía leer en sus libros y justo detrás de mí un chico con un sombrero puesto el cual le tapaba toda la cara y creí que estaba dormido por que se había acomodado bien en el sillón ya no comentaré nada más porque lo siguiente que recuerdo el despertarme por el ruido de la gente bajando y subiendo de él.
Salimos de la estación con las maletas en las manos, aquí hacía la misma temperatura que en Madrid, esas ganas de bañarme en la playa no me las iba a quitar nadie.
-Paula, ve llamando a un taxi que yo tengo que llamar a nuestra casera – Me ordenó Nerea.
-Yo si fuera tu no me dejaría llamar al taxi, no me hacen mucho caso –reí recordando lo que me había pasado esta mañana, al contarse lo ella comenzó a reírse aún más y paró a un taxi, nos montamos y olía un poco mal, tosí varias veces y tuve que abrir la ventana o no sobreviviría, casi una hora más tarde, el auto se paro en frente de un bloque de pisos, el mismo que cuando yo venía de pequeña, me bajé de él rápidamente y con ganas de dejar de escuchar las historias de ese grasiento y borde conductor, le pagamos lo más deprisa que pudimos y vimos como se iba alejando de nosotros hasta desaparecer al final de la calle, cogimos las maletas del suelo y entramos en la puerta principal, había tres chicas de unos catorce años sentadas en las escaleras y murmurando cosas sobre un chico, reí levemente al oírles y pude notar cómo me echaron una mirada desafiante, pasé de ellas y subí al piso, entramos por una puerta de madera blanca, preciosa, no me acordaba muy bien de cómo era la vivienda cuando yo veraneaba de pequeña, pero seguro que no era como en ese momento, había cambiado mucho, un salón grande y espacioso unido a la cocina, casi todo decorado de blanco, pasé por un largo y estrecho pasillo reluciente que daba paso a tres grandes habitaciones y a un espacioso baño, entré en la del fondo ya que esa sería la mía, con una cama de matrimonio en medio de la habitación, un escritorio y un gran armario. Después de unos quince minutos de mirar nuestro hogar una y otra vez decidimos bajar a la playa, yo estaba acalorada y necesitaba bañarme, llegamos a la misma puerta principal de antes donde aún se encontraban las tres chicas.
- Pero mirad que guapo es, necesito hablar le –comentó una en tono de niña pequeña ilusionada.
- Callaos, ahí viene otra vez –susurró una de ellas mientras me miraba, yo le miré extrañada y me acerqué a ellas-
- Mirad, mi amiga y yo hemos pasado por lo mismo que vosotras cuando teníamos vuestra edad –les dije aguantándome la risa- ¿Os podemos ayudar con algún chico?
-¿Nos ayudaríais? –Preguntó una con los ojos brillantes y bien abiertos, yo asentí con cara de interesante y aún con más gana de reírme les pregunté- ¿Cuál es?- Ellas me señalaron a un chico que estaba de pie y frente a su amigo en la arena, pero no le pude ver ya que estaba de espaldas.
- Genial, quedaos aquí, volvemos en nada –sonreí y salí tirando del brazo a Nerea para que no me dejara sola, justo cuando se cerró la puerta y las niñas no podían ver mi cara, comencé a reírme hasta que llegué a la espalda del chico.
- Disculpa –dije tímidamente tocando su hombro, el chico se giró mientras se quitaba sus gafas de sol y yo podía notar como mi piel enrojecía de la vergüenza y como mis ojos brillaban al ver tanta belleza.
- Joder –murmuró Nerea con la boca abierta al ver le, yo lentamente le tapé la boca igual de sorprendida para que no dijera nada más sin apartar la vista de él. 

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Como veis este es bastante más largo que el anterior, me ha venido la inspiración, pero no puedo decir con seguridad cuando subiré el tercer capítulo ya que no quiero que sea muy corto, por favor no os olvidéis de comentar.

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